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MARZO 2005
ENFERMEDADES
INVENTADAS
El avance social
y sanitario conseguido en los países desarrollados durante estas
décadas, ha sido el responsable de un aumento en la esperanza de vida
del hombre actual.
Se da la paradoja de que también nos encontramos en una de las épocas de
la Historia de la humanidad donde más enfermedades se han detectado,
muchas de ellas nuevas. ¿Estamos cada vez más enfermos? Para un grupo
numeroso de médicos e investigadores se trata de enfermedades
inventadas. Un suculento negocio de las industrias farmacéuticas, que no
han tenido escrúpulos en convertir nuestra salud en un valor de mercado.
Texto: Mariló Hidalgo
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¿Una sociedad cada vez más
enferma?
Desde 1990 hasta ahora el gasto sanitario público ha crecido de
manera continuada. Sólo en el 2003 a través de recetas oficiales se
gastaron 8.491 millones de euros. Se calcula que para el 2015 el
desembolso sea totalmente insostenible. ¿Estamos cada vez más enfermos?
¿Consumimos más medicamentos de los que deberíamos? Este es un tema que
no sólo trae de cabeza a la Sanidad Pública de todos los países, sino
que también es objeto de estudio de muchos médicos e investigadores.
La farmacéutica Arancha Desojo, experta en cooperación sanitaria,
advierte que "son las empresas farmacéuticas las que se empeñan en
ofrecer una visión pesimista de la salud del mundo, cuando la realidad
es que las enfermedades mortales son cada vez menores y la esperanza de
vida se alarga hasta los 80 años". ¿Cómo se explicaría entonces el
aumento del gasto farmacéutico? "Un buen número de médicos y algunas
compañías farmacéuticas se han empeñado en hacernos creer que la
actualidad es una de las épocas con más enfermedades, muchas de ellas
nuevas, de la historia de la Humanidad. Han convertido en estados
patológicos procesos que no lo son con el fin de poder someter a
tratamiento a pacientes con síntomas reales que conforman falsas
dolencias. Cuando se consulta con los especialistas, éstos se empeñan en
defender que, efectivamente, se trata de enfermedades a las que hasta
ahora no se había concedido importancia pero que la han adquirido con la
mayor exigencia de la población por su bienestar o la menor tolerancia a
la mínima incomodidad. Síntomas leves se confunden con una enfermedad, y
se le asocia a factores de riesgo para que automáticamente sea
obligatorio seguir un tratamiento que, en el mejor de los casos, será
infructuoso". ¿Son pues enfermedades inventadas? Se trataría de procesos
o problemas humanos que algunos -léase empresas farmacéuticas- han
decidido que sean médicamente relevantes para poder asignarle un
tratamiento. El científico y periodista Jörg Blech desenmascara los
intereses ocultos de la industria farmacéutica en su libro, Los
inventores de enfermedades, número uno de ventas en Alemania. En él
explica cómo funciona este negocio multimillonario de difícil acceso:
"Los grupos farmacéuticos contratan a cientos de empresas especializadas
en realizar ensayos, las cuales por su parte, colaboran con miles de
médicos. Estos son finalmente los que reclutan a las personas en las
salas de espera y reciben primas a cambio. Es la industria farmacéutica
quien tiene en estos momentos un papel clave en la medicalización".
Primero se crea el medicamento en cuestión; luego se redefine la
dolencia y se organizan congresos donde invitan a médicos para
informarles de los últimos estudios -realizados por ellos mismos- y
hablarles de esa nueva enfermedad-; y luego explican a qué pacientes va
dirigido. Paralelamente se ponen en marcha campañas publicitarias,
aparecen artículos en los periódicos sobre esa nueva enfermedad. En una
palabra, empieza a llegar de manera insistente información al ciudadano
"para hacerle creer que la suya es una enfermedad de importancia cuando,
la mayoría de las veces, es una cuestión de carácter, de disconformidad
con sus circunstancias vitales o de conducta impropia. Esta confusión
aumenta la disconformidad con la propia vida y aumenta falsamente el
número de enfermos", asegura Arancha Desojo.
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Algunas "no enfermedades"
Cada enfermedad tiene su propio medicamento y cada medicamento tiene
su propia enfermedad. En los últimos tiempos, procesos normales de la
vida como el envejecimiento, el embarazo, el parto, la infelicidad o la
muerte, tienen un fármaco a su servicio. En cuanto a los pacientes... se
libran muy pocos. Porque, quién no ha sufrido alguna vez fatiga o
cansancio, ha pasado una temporada deprimido sin ganas de nada o tiene
kilos de más... Luego, sólo se trata de unir síntomas, convencer a la
gente de que tiene algo hasta ahora desconocido, preparar una campaña de
información (periódicos, televisiones, testimonios de gente famosa) y
tendremos en marcha una "enfermedad inventada". No debemos de olvidar
aquí la importancia de los números. "La mayoría de los datos de la
población relativos a la salud -apunta Blech en su libro- se recogen por
orden de empresas y clínicas y llegan a los medios de comunicación a
través de agencias de relaciones públicas. Prácticamente nunca es
posible verificar los datos y las cifras de las noticias de prensa.
Estos datos, en el mejor de los casos, se basan en pruebas aleatorias
sobre las que se realiza un cómputo aproximado aplicado a toda la
población. Pero con bastante frecuencia, la cifra defendida de los casos
clínicos se reduce a estimaciones arbitrarias". Después de introducida
la enfermedad en la mente colectiva, serán ya los pacientes y la
Seguridad Social quienes paguen los "nuevos" medicamentos y
tratamientos.
Cuáles podrían considerarse enfermedades inventadas, nos preguntamos.
Blech señala cinco variantes del comercio con enfermedades que nos
pueden dar una pista. Vender un proceso normal de la vida como un
problema médico (la caída del cabello, por ejemplo); vender problemas
personales y sociales como un problema médico (un estado de ánimo
pasajero); vender un riesgo como una enfermedad (la eterna lucha contra
el colesterol); vender síntomas poco frecuentes como epidemias de
extraordinaria propagación (disfunción eréctil o disfunción sexual
femenina); y por último, convertir síntomas leves en indicio de una
enfermedad grave (síndrome del colon irritable). Podrían incluirse en
ese listado de "no enfermedades", la menopausia, el estrés, el
tabaquismo, la depresión, el sobrepeso, la osteoporosis, alergias,
impotencia, insomnio, la dermatitis, la calvicie, la celulitis, pecas y
manchas, el embarazo, el parto, y un largo etcétera que podría añadirse.
Detengámonos en alguna de ellas.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) acaba de calificar a la
osteoporosis como la epidemia del siglo XXI, basándose en un dato:
cada 30 segundos se produce en Europa una fractura a consecuencia de
esta enfermedad. Esta declaración convierte en pacientes a 2 millones de
mujeres y 750.000 hombres, sólo en España. La osteoporosis -disminución
de la masa ósea y alteración de la estructura de los huesos- es un
efecto secundario natural de la vejez que amenaza especialmente a
mujeres después de la menopausia. Es crónica, no se cura con
medicamentos pero sí se puede prevenir, evitar y combatir los factores
de riesgo. Obliga a llevar una vida sana con ejercicio moderado,
alimentación rica en lácteos, vitaminas, etc. Antes de recurrir a los
fármacos hay otras prioridades.
Se calcula que este año cerca de 7,5 millones de mujeres en España
tendrán 50 años, edad media de la llegada de la menopausia. El
52% de los españoles padece ya andropausia (disminución de la
producción de testosterona que puede conllevar alteraciones físicas).
Aunque son dos cuestiones diferentes, en el mercado existen un listado
de productos que intentan paliar los efectos de ambos procesos naturales
a los que se les ha colgado el cartel de "enfermedad". Parches
transdérmicos, píldoras, geles, inyecciones intramusculares e incluso
implantes subcutáneos, son algunos de los compuestos hormonales
recetados en ambos casos. La publicidad de estos fármacos hablan de
aumento de bienestar, incremento de apetito sexual, aumento de la
densidad ósea, pero apenas informan de los importantes efectos
secundarios.
En
los últimos tiempos, procesos normales de la vida como el
envejecimiento, el embarazo, el parto, la infelicidad o la
muerte, tienen un fármaco a su servicio. |
La menopausia y la andropausia han pasado de ser etapas que exigen
cambios y renovación en la forma de vida, a ser un cúmulo de factores de
riesgo.
El colesterol está presente en todas las células y es necesario
para el correcto funcionamiento de nuestro cuerpo. En un 80% es
fabricado por nuestro organismo aunque también lo asimilamos a través de
determinados alimentos. La cantidad exacta de colesterol "necesario" es
muy difícil de determinar ya que los parámetros varían en función de la
edad, sexo, y luego, no todo el mundo elimina las grasas de la misma
forma. Con ello, las últimas investigaciones dan un nuevo enfoque sobre
el tema al demostrar que el colesterol no es uno de los principales
factores de riesgo cardiovasculares como nos dan a entender comúnmente,
lo que pone en tela de juicio ese vivir obsesionado por el control del
colesterol como norma general. Y en el caso que fuese necesaria esa
vigilancia recomiendan utilizar en primer lugar fórmulas naturales antes
que recurrir directamente al fármaco. El médico e investigador alemán
Matías Rath que lleva años estudiando el tema y ha escrito libros al
respecto, denuncia que "las campañas de marketing lanzadas para la venta
de fármacos que reducen el colesterol convierten este factor de riesgo
en el 'chivo expiatorio'. Hoy en día millones de personas utilizan el
más reciente descubrimiento de este tipo de fármacos, las estatinas, que
bloquean la síntesis del colesterol, con la esperanza de recibir un
tratamiento para su enfermedad. Sin embargo, la debilidad subyacente de
las paredes arteriales sigue sin recibir tratamiento alguno. Además,
según la edición del 3 de enero de 1996 de JAMA, estos fármacos producen
cáncer y tienen otros efectos secundarios graves así que hay que
evitarlos siempre que sea posible".
Blech también recoge en su libro abundantes testimonios de médicos que
apuntan en esta línea. El cardiólogo alemán Harald Klepzig lanzó un
reto: "Nos consideraríamos afortunados si se pudiera presentar un solo
estudio médico controlado que demostrara que la vida humana se salvará
con la reducción del colesterol. Sin embargo no resulta difícil
seleccionar diez estudios que muestren que una reducción de las grasas
va incluso acompañada de una mortalidad más alta".
¿Cuántos millones de pastillas se están ingiriendo diariamente para
controlar el colesterol por norma? Todos ellos insisten en señalar que
hay que tratar los riesgos, no el nivel de colesterol.
Por supuesto, no se trata de prescindir de los medicamentos sino de
consumir con lógica, de informarnos, y sobre todo de entender que la
salud también es cosa nuestra.
Dentro de este listado de "no enfermedades con tratamiento", llama la
atención la aparición de los denominados "síndromes". Tomen nota de
algunos: Síndrome de las piernas inquietas, síndrome de Sisí, síndrome
de la depresión del paraíso, síndrome del colon irritable, síndrome del
déficit de atención en los niños, síndrome de la feminidad, síndrome de
Zappelphilipp (niños hiperactivos), etc. Todos ellos cuentan con cuadros
clínicos completos.
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Cómo funciona el marketing
"Primero se difunde el conocimiento, se crea la necesidad, luego se
publicita el remedio, se fomenta la demanda y finalmente, el consumo.
Las leyes del mercado hacen el resto", explica Desojo. "Aceptamos con
naturalidad que los medicamentos más novedosos que se investigan y
comercializan sean los que proporcionan un remedio, a veces más
imaginario que real, a los padecimientos de los calvos, los impotentes o
los gordos. Y creemos que hay enfermedades que matan sin remedio. Suerte
que sólo enferman y mueren por ellas los desgraciados y pobres
ciudadanos de tierras remotas". Unos medicamentos son rentables y otros
no, por eso no se producen ni son objeto de investigación. Hoy por hoy
la salud se ha convertido en un negocio donde lo importante son las
cifras. Pocos se atreven a hablar de todo esto. La revista Discovery
DSalud lleva años investigando y denunciando estas prácticas y
también aportando otras alternativas: "Los nuevos fármacos no se
investigan porque exista detrás la intención real de ayudar a quienes
sufren sino porque proporcionan pingües beneficios. Por eso la industria
farmacéutica no busca medicamentos para las enfermedades minoritarias:
no son rentables. En las juntas de accionistas de los grandes
laboratorios no se plantean aspectos humanos y éticos: sólo se habla de
réditos, beneficios, nuevas inversiones para obtener más ganancias. No
se habla de salud, se habla de enfermedad. En las Agencias del
Medicamento y en los ministerios de Sanidad de todo el mundo pasa otro
tanto. Están infiltrados por la mafia que controla el actual sistema
sanitario. Como lo están los colegios médicos y farmacéuticas. Lo mismo
ocurre con la clase política y periodística. Los grandes laboratorios
alquilan con mucha facilidad la conciencia de los periodistas. Con la
misma estrategia con la que sobornan a los médicos. No sólo usan dinero,
viajes, ordenadores, etc., también les pagan satisfaciendo su ego
otorgándoles 'premios periodísticos' e invitándoles a recepciones,
comidas o cenas con grandes 'personalidades' intentando que surja la
empatía a nivel personal y sean luego lo más acríticos posible con
quienes tan amables han sido con ellos. Y no hablemos de lo sencillo que
es comprar la complicidad o cuando menos, el silencio de los grandes
medios de comunicación social. Casi ningún empresario se arriesga a
perder las campañas de publicidad de las empresas detrás de las cuales
está la industria farmacéutica", denuncia José Antonio Campoy, director
de esta publicación.
Como decimos son pocos los que se atreven a denunciar, cosa lógica
después de lo antes comentado. Pero todos los que lo hacen coinciden en
los mismos datos.
La
industria farmacéutica no busca medicamentos para las
enfermedades minoritarias: no son rentables. |
En este proceso de marketing la figura de los visitadores médicos
es esencial. Nos referimos a esos señores/as trajeados de punta en
blanco y con maletín, que aparecen en la sala de espera de las consultas
y sin esperar turno, se cuelan -no sin antes disculparse- prometiendo
que sólo va a ser un minuto. Pues estos señores tendrían que ser en
teoría quienes informasen al médico de los últimos productos que ha
sacado al mercado la multinacional a la que representan. La realidad es
que como además son vendedores, sus argumentos giran más hacia esta
segunda faceta. En sus manos tienen la posibilidad de ofrecer a los
facultativos dinero, regalos, viajes, a condición de que receten su
línea de medicamentos. Mientras los médicos aseguran que los regalos que
reciben -en muchos casos sólo de propaganda-, no les influyen a la hora
de recetar, las cifras que manejan las multinacionales parecen decir
otra cosa. Una multinacional farmacéutica puede gastarse hasta tres mil
millones de dólares en publicidad y regalos promocionales de un nuevo
medicamento que quieran sacar al mercado. Por supuesto, éste no será
nunca un dinero perdido, sino invertido.
La consecuencia de este tipo de prácticas no tiene por qué afectar a la
salud del enfermo. A veces se trata de recetar una marca comercial
concreta porque por ella el médico recibe un beneficio y por otra no.
Hay también medicamentos muy caros que el enfermo no los compraría nunca
pero si un médico le expande una receta oficial, ese medicamento llega
al paciente abonando sólo un porcentaje o nada si se trata de un
pensionista. Por esto también el médico es remunerado. Luego está
también la figura del farmacéutico encargado de compras en un
determinado centro (hospital, clínica, residencias). En manos de esta
persona está la inversión en material clínico, así como las marcas que
se van a consumir en todo el hospital, mientras que cada médico será el
que libremente determine el tipo de medicamento a prescribir. Ni que
decir tiene la importancia que para las farmacéuticas representa este
personaje y la presión que ejercen sobre él para hacerse con ese
mercado. Hay que señalar que este tipo de actuación no condiciona la
calidad del producto que al final recibe el paciente, ya que sólo es una
cuestión de marcas. Se trata "sólo" de un fraude social. ¿Esta práctica
es habitual en todos los médicos? ¿Todos los visitadores son iguales?
No, pero estamos hablando de un comportamiento que está ahí y es más
habitual de lo que nos suponemos.
Nuestro sistema sanitario
Si estos fraudes son habituales y también conocidos, ¿nadie puede
poner fin a ello? "La Administración, consciente de que el gasto
sanitario es una especie de agujero negro capaz de devorarlo todo, trata
de tomar medidas. Y una de las más últimas -copiada de una recién
implantada en EEUU- que ha levantado mucha polémica es sobre las
relaciones entre visitadores y médicos", explica en su artículo
Corrupción en el sistema sanitario español(1), Antonio Muro,
colaborador de Discovery DSalud. "Esta normativa prohíbe a los
visitadores mantener reuniones con un solo facultativo, regula los
horarios de visitas y estipula que esa actividad 'no perturbe' la
atención de los pacientes. Con ello, es la propia Administración quien
indirectamente reconoce la existencia de ese problema oculto dejando
entrever lo que es un clamor sordo: que la actual relación
visitador-médico se ha convertido en muchos casos en una relación
viciada en la que los laboratorios aprovechan la lamentable situación
sociolaboral de muchos médicos para 'alquilar' voluntades y
conciencias".
Entonces, ¿las farmacéuticas han ganado el pulso a los sistemas
sanitarios nacionales? Las Administraciones se están rebelando y
estudiando medidas. "No deja de ser paradójico -apunta Muro- que las
alarmas hayan comenzado a sonar no por los efectos reales de los
medicamentos o por la adecuación de los mismos, no por el hecho de que
la gran mayoría de los nuevos medicamentos sean sólo variantes de otros
ya existentes en el mercado pero más caros, sino a consecuencia del
constante aumento del gasto presupuestario". El tema va a ser difícil de
atajar a no ser que se realice una renovación muy profunda ya que hay
muchas cuestiones que incluso están por encima de la propia
Administración. Asegura Campoy que "buena parte de los miembros del
actual Parlamento Europeo son ex ejecutivos de las grandes
multinacionales farmacéuticas. Los han puesto ellas allí. Como también
están en los gabinetes jurídicos de los ministerios de Sanidad, en la
Policía, en los servicios de inteligencia y hasta en la Judicatura.
Están en todas partes. No son muchos pero sí poderosos. Prácticamente
imbatibles salvo que la gente empiece a entender que está siendo
vilmente engañada, que su salud depende de cada uno y no de un médico,
un fármaco o un sistema sanitario".
En
el año 2002, un año de crisis generalizada, los beneficios
de las diez empresas farmacéuticas más grandes crecieron más
de un 13%. |
Varios datos que dan para pensar: En el año 2002, un año de crisis
generalizada, los beneficios de las diez empresas farmacéuticas más
grandes crecieron más de un 13%. La industria de la salud ganó en EEUU,
según la revista Forbes, más de cien mil millones de dólares limpios el
pasado año. Casualmente, esta misma industria farmacéutica(2) fue la que
costeó parte de la maravillosa ceremonia de inauguración de George W.
Bush. Su generosidad en este acto de "coronación", confirmó el interés
que la industria farmacéutica ha puesto en la reelección del
republicano. De las contribuciones electorales, su partido se llevó el
75% del total, frente al 25% que se fue al partido Demócrata. La
farmacéutica Lourdes Girona, miembro de la Federación de Asociaciones
para la Defensa de la Salud Pública(3) explica que "por su contribución
a la victoria de Bush, los fabricantes farmacéuticos esperan detener el
movimiento para regular el coste de los medicamentos prescritos con
patente, frenar la fabricación de sustitutivos genéricos y evitar la
reimportación de medicamentos 'cuya pureza y eficacia no puedan ser
garantizadas'. Todo un ideario que conviene conocer, ya que es la
industria americana la que domina el mercado farmacéutico mundial".
Sin duda con esos millones se pueden comprar muchas cosas en
muchos estamentos. "Quizás algún día a alguno de nuestros políticos -en
el poder o en la oposición- le dé por plantear la necesidad de regular
el antes y el después de la trayectoria profesional de quienes en algún
momento, ejerciendo altos cargos en la Administración, tienen en su mano
la posibilidad de beneficiar o no en un momento dado determinados
intereses", apunta Muro. ∆
(1)
www.desalud.com
y www.rebelion.org
(2) British Medical Journal de 27 de enero de 2005 • (3) www.fadsp.org |
Foto: Destino |
LOS INVENTORES DE ENFERMEDADES
J örg Blech es científico y
periodista, autor de "Los inventores de enfermedades. Cómo nos
convierten en pacientes" (Destino). Un interesante libro que
desenmascara los intereses ocultos de la industria farmacéutica y que ha
permanecido más de un año en la lista de los libros más vendidos en
Alemania.
-¿Quiénes son los inventores de enfermedades?
-Normalmente son compañías farmacéuticas y grupos de médicos que
exageran o incluso inventan dolencias. Su negocio es la venta de
enfermedades. Para cada pastilla ellos inventan un mal.
-¿Qué enfermedades han inventado?
-En general, los inventores de enfermedades intentan transformar
procesos naturales o fases de la vida normales, en algo que debería ser
tratado. Las mujeres que entran en la menopausia son declaradas
"enfermas". El ejemplo más reciente de enfermedad inventada es el de la
menopausia masculina. Los fabricantes de productos hormonales (geles de
testosterona) ahora reclaman que el veinte por ciento de los hombres
mayores (sobre sesenta años) sufren de algo llamado "menopausia
masculina" o "andropausia".
-Comenta en el libro que se ha creado un negocio millonario donde los
grupos farmacéuticos contratan a empresas especializadas en realizar
ensayos, en los que colaboran miles de médicos que finalmente reclutan a
personas en salas de espera y reciben primas a cambio. ¿Esto ocurre en
todos los países? ¿El poder de las multinacionales está por encima de
cualquier gobierno sea del signo político que sea?
-Hay un dicho entre médicos que dice: una persona sana o no ha sido
examinada, o al menos no a conciencia. Y realmente, los valores de
densidad por hueso y la presión sanguínea han sido reducidos en los
últimos años. El valor aceptado para el nivel de colesterol en sangre ha
cambiado también. Un grupo de profesores de medicina privada, con lazos
con compañías farmacéuticas, declararon simplemente un nuevo valor, que
transformó del día para la noche, a millones de habitantes del mundo
occidental, en pacientes. El 68% de los hombres y el 56% de las mujeres
de entre 30 y 39 años, desde entonces tienen el nivel de colesterol está
supuestamente demasiado alto. La gente entre 50 y 59 años están aun más
afectados: el 84% de los hombres y el 93 % de las mujeres. No hay
justificación médica para estos estrictos valores, y algunos médicos los
critican.
Frecuentemente, las consecuencias son enormes; la mayor parte de la
población adulta en España y otros países occidentales fue transformada
en "pacientes de riesgo".
Yo creo que esta práctica pasa en la mayoría de países del mundo
occidental.
A menudo, no hay razón para condenarlo mientras las pruebas de nuevas
pastillas sigan los procedimientos correctos de la ciencia. El problema
es que algunas investigaciones clínicas están sólo enfocadas a conseguir
el uso, por parte de médicos y pacientes, de ciertas pastillas.
"Los
inventores de enfermedades intentan transformar procesos
naturales o fases de la vida normales, en algo que debería
ser tratado. Las mujeres que entran en la menopausia son
declaradas enfermas" |
-¿Cómo puede entenderse la paradoja de que por un lado nos estén
diciendo que cada vez hay más enfermedades -muchas de ellas nuevas-,
cuando la realidad nos indica que a medida que la sociedad avanza la
esperanza de vida se alarga?
-Esto justamente enseña que estamos más sanos de lo que creemos. Las
compañías farmacéuticas reclaman que cada vez hay más enfermedades, pero
la gente vive cada vez más tiempo. Curiosamente, el enorme progreso y la
esperanza de vida es principalmente causado por un mejor nivel de vida,
mejor higiene, pero no por la medicina moderna.
-¿Cómo podemos defendernos de este engaño y evitar convertirnos en
"sus pacientes"?
-Deberíamos tener presente que las enfermedades se están volviendo
algo que, bastante a menudo, es construido por médicos y compañías.
Deberíamos ser más críticos cuando oímos sobre "nuevos males" en los
medios. El tan llamado "síndrome de Sisi", supuestamente una nueva
variedad de depresión, llamada así por la antigua emperatriz austriaca,
fue mencionada en cientos de artículos de periódicos alemanes. Sin
embargo, fue el producto de un médico que trabajó para una compañía
farmacéutica en Bavaria (Munich).
-¿Qué le llevó a escribir este libro? ¿No tiene la sensación de una
lucha de David contra Goliat?
-Prácticamente cada semana compañías y sociedades médicas informan
sobre el descubrimiento de nuevas enfermedades. Si tú coges estos hechos
juntos, cada habitante del mundo occidental debería tener muchas, muchas
enfermedades al mismo tiempo. Esto me llamó la atención. Empecé a
investigar y averigüé que muchas enfermedades eran exageradas o eran
simplemente inventadas.
No me siento como David, desde el momento en que yo, obviamente, hago
sentir incómodo a alguien. Muchos médicos alaban mi libro y lo
recomiendan a sus pacientes.
-Por último, ¿ha recibido algún tipo de amenazas?
-No, lo contrario, recibo invitaciones para dar charlas en público.
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FUSION OPINA
Mens
sana in corpore sano decía Sócrates para explicar la clave del
perfecto equilibrio en el hombre. Una criatura que en esencia es una
mente que utiliza un cuerpo, como si de un perfecto ordenador se
tratase. Tal es así que incluso esta criatura está programada para que
cuando tenga lugar algún tipo de alteración dentro de ella, se pongan en
funcionamiento los mecanismos necesarios para devolverle el equilibrio
original.
Podríamos decir que cada uno de nosotros es en sí mismo su propia fuente
de salud. Y es curioso que siendo esto así, se hable tan poco de ello.
Sí lo recogen algunas medicinas tradicionales, la cultura oriental,
algunas tribus, pero es algo que no está presente en nuestra sociedad
del bienestar donde aunque se persigue precisamente eso, el bienestar,
continuamente se habla de enfermedades y de remedios.
El hombre en poco tiempo ha puesto encima de la mesa todos sus males,
los que tiene y los que le han inventado, y ha pedido un remedio para
todo ello. Además está dispuesto a pagar lo que sea para recuperar la
salud perdida, su estado de bienestar.
Situación que ha sido aprovechada por las grandes multinacionales
farmacéuticas que han visto en la enfermedad su gran negocio y han
desplegado sus conocimientos y dinero para crear todo un catálogo de
medicamentos a gusto del consumidor. Incluso han sido capaces de
exagerar o inventar dolencias hasta crear un mercado suficiente para sus
productos. Tratan los síntomas no el origen del problema mientras
mantienen al paciente en la ignorancia, dependiente y bombardeado con
mensajes de temor para que siga consumiendo. Sólo es objeto de
valoración lo que se ve, se toca o se mide. Los pensamientos,
sentimientos o emociones quedan fuera de este análisis.
No se trata por supuesto de prescindir de todos los adelantos que la
ciencia ha hecho hasta el momento y de los que sin duda nos podemos
beneficiar, pero sí habría que recuperar el lugar que nos corresponde en
todo este engranaje. La medicina no es la panacea, es una herramienta
que en un momento determinado puede ayudarnos a recuperar el equilibrio
perdido. Pero la salud en realidad sólo depende de uno mismo, no de un
fármaco, de un médico o de un sistema sanitario. Y eso se trabaja día a
día, manteniendo una mente sana, un cuerpo sano y estando realmente
informados. Que nadie decida por nosotros. ∆ |
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